sábado, 14 de enero de 2012

Última Hora

JUSTO LINARES Y ROBERTO SALINAS ESCRIBEN DE ÚLTIMA HORA
Memoria prodigiosa del tabloide emblemático
Volumen repasa las más históricas portadas del periódico
Empleó lenguaje de la calle y vendió miles de ejemplares
Por José Vadillo

Fuente: El Peruano, el 13 de enero 2012

Hay muchas historias que se tejen cuando a uno le hablan de Última Hora, el vespertino que en algún punto de la década del setenta llegó a tirar más de 330 mil ejemplares y fue creado bajo el genio de Raúl Villarán.
Ese diario pasó a mejor vida un día de 1984. Y su final fue cantado cuando murió La Prensa, el diario de uno de los hombres más poderosos que tuvo el país, Pedro Beltrán Espantoso, pero esa es otra historia.
Justo Linares fue uno de los que cerraron las puertas del vespertino. Se pasó 21 años oyendo el teclear de la redacción de UH, como le llaman cariñosamente. El ubicuo Roberto Salinas, por su parte, había llegado en 1965 y se retiró quince años más tarde de UH. Fue para él –y muchos otros– una escuelita del periodismo.
Cada enero, ambos participan de un grupo –cada vez más reducido– de antiguos redactores, editores y personal diverso que trabajó en UH para rememorar los viejos buenos tiempos del vespertino que el 9 de diciembre de 1950 sacó una portada inmortal para la historia del periodismo peruano: "Chinos como cancha en el paralelo 38". La dupla pasa el dato a los historiadores y dicen que el titular fue creación del desaparecido periodista Luis Loli y no de Raúl Villarán.
En esas tertulias interminables nació la idea de escarbar en los archivos de El Peruano, de la Biblioteca Nacional y otros, para pergeñar este volumen de 180 páginas, Última Hora. La revolución del periodismo en el Perú.
Revolución del periodismo
Ahí se resume el espíritu del diario, que empezó a usar la jerga limeña en sus portadas, para jalar público; puso a las artistas en bikinis y a los músicos populares del momento, como el trío Los Panchos, en sus portadas.
Es histórica la campaña que hizo el vespertino para la llegada de Dámaso Pérez Prado, el rey del mambo, y desde los púlpitos de la catedral se dictó excomulgación e incendio de ejemplares. Dicen que esa condena fue muy celebrada, porque aumentó las ventas. Gajes del oficio.
Otro valor agregado que dio UH al lenguaje periodístico fueron las tiras cómicas inspiradas en los personajes de la cotidianidad limeña, a cargo de David Málaga, Luis Baltazar y Julio Fairlie, este último padre de "Sampietri", caricatura del vivo limeño.
Pero Fairlie, recuerdan Salinas y Linares, tiene méritos adicionales: fue él quien creó el logotipo del diario, además de encargarse de dibujar a mano los titulares.
Villarán, el genio joven
El último libro que publicó Guillermo Thordnike fue Raúl Villarán, El rey de los tabloides (2008). Dice la leyenda que sin asistir a ninguna clase de periodismo, a los 17 años de edad Villarán ya era director de una revista y a los 22, en abril de 1950, pidió ser la cabeza, junto a un equipo de jóvenes talentosos, de Última Hora, que había nacido en enero de ese año e iba rumbo al fracaso. También tenía su columna, Estrictamente Confidencial, y tuvo vida bohemia. "El gordo", como lo llamaban, buscó siempre desde la redacción "romper la calle" con ediciones espectaculares, traducidas en miles de ejemplares vendidos. Falleció en 1977.

viernes, 13 de enero de 2012

Última Hora

Recuerdos de Última Hora

Las plumas de Justo Linares y Roberto Salinas recuerdan las andanzas de Julio Fairlie Silva, creador de "Sampietri".

Evocar la aparición del Diario ÚLTIMA HORA, ocurrida el 13 de enero de 1950, es recordar necesariamente a un genio del dibujo periodístico, el arequipeño Julio Fairlie Silva, creador del personaje emblemático de aquella querida publicación, "Sampietri".

Antes de aquel año, Julio se interesó en el dibujo colaborando en algunas revistas de su tierra. Alguien le recomendó venir a Lima para lograr mejor desarrollo de su talento. Él recuerda: “Vine en la camionada de paisanos que conseguimos chamba en Lima en periódicos, revistas y la radio de la época”. Repasar la lista de “recién llegados” es constatar una larga relación de arequipeños exitosos, rememora también Humberto Martínez Morosini.

Sabedor que estaban seleccionando en “La Prensa” al personal del nuevo periódico de la tarde, UH, logró la plaza de dibujante. A partir de entonces hizo de todo en el vespertino. Suyo fue el trazo que como logotipo identificó por muchos años al periódico, una voluta o serpentina con el nombre del periódico.

Era el encargado de dibujar los principales titulares de portada. Ilustraba los editoriales y las crónicas informativas de todo tipo. Fundó el famoso “retrato hablado” (Identikit) luego de recibir en la Redacción del periódico a testigos de un crimen. El dibujo resultó siendo una foto perfecta del asesino y que sirvió a la policía para la identificación y captura del criminal.

Sus ilustraciones trazadas para las crónicas deportivas son realmente antológicas. Raúl Villarán, director del periódico, le encomendó crear al personaje central del primer cómic o “tira cómica” de UH. Señalando a uno de los más famosos redactores de aquel entonces, Villarán ordenó secamente: “¡Ahí lo tienes…dibuja a Montoro!”. Fairlie cumplió dando a luz a Sampietri, un tipo por demás criollo, veinticuatrino, sableador. Su aparición ocurrió el 9 de diciembre de 1950 en que coincidentemente UH toma su personalidad definitiva con el célebre titular de primera página “Chinos Como Cancha en el Paralelo 38”.

Fairlie fue caricaturista irreemplazable hasta la captura del periódico por los militares en julio de 1974. Sus dibujos fueron considerados heréticos y alienantes por la revolución de Velasco.

Precisamente la caricatura suya, publicada el 28 de marzo de 1950, provocó un giro total a la historia política y periodística del país, según narra uno de los pasajes más sugerentes del libro "ÚLTIMA HORA, la Revolución del Periodismo en el Perú", que será presentado a las 7 p.m. de mañana viernes 13 de enero, en la Municipalidad de Miraflores con motivo de cumplirse el sexagésimo segundo aniversario de aparición del popular vespertino.

La obra literaria en mención ha sido escrita por los veteranos periodistas de aquella casa, Roberto Salinas y Justo Linares.

Última Hora

La Primera

Sábado 09 de enero del 2010

60 años de “Última Hora”

Juan Gargurevich

Opinión Columnista

“Chinos como cancha en el paralelo 38” es, por muy lejos, el más importante titular de la historia del periodismo peruano del siglo 20. Fue publicado por el tabloide “Última Hora” que había sido voceado por primera vez en la tarde del 13 de enero de 1950, esto es, hace ya 60 años.

El título fue impreso, sin embargo, varios meses después, el 9 de diciembre y como resultado de un proceso de búsqueda de sintonía con los nuevos lectores de la ciudad que había cambiado de manera radical. La vieja Lima que miraba con desdén al mundo andino había sido invadida por migrantes provincianos que la tomaron literalmente por asalto; y en relativamente pocos años el rostro de la ciudad ya era otro.

Aquellos andinos venían con todo, es decir, costumbres, comida, Música, idioma, cultura en suma que debió adaptarse a la encontrada en Lima; y viceversa, la vieja cultura urbana limeña estaba obligada a aceptar a esos serranos que cada vez eran más numerosos y se hacían masa que proponía… y consumía.

Los creadores originales de “Última Hora” no pensaron en aquellos pues tenían la obsesión de la política, la persecución del poder. Pedro Beltrán, el propietario de “La Prensa” y su operador político Eudocio Ravinez encargaron al Chileno Orlando Cabrera Leyva la fundación de un vespertino que podría eventualmente ser útil en la política. Pero su producto fue tradicional, sin creatividad, sin nada que ofrecer que lo diferenciara de “La Crónica de la Tarde”, por ejemplo.

Habían decidido cerrar pero hicieron la apuesta final de probar con los veinteañeros Raúl Villarán y Efraín Ruiz Caro, quienes pronto le dieron un aire distinto al tabloide, no sólo en la elección de noticias sino en la contratación de otros jóvenes como ellos que se unieron a un puñado de veteranos para conformar una redacción notable.

Ellos fueron los que percibieron la nueva presencia lectora, el nuevo público limeño y propusieron entonces un diario popular, masivo, liberal en lo cultural, que acogió al huayno y al mambo con igual entusiasmo sin importar la crítica aristocratizante que los acusaba de maltratar al idioma.

“Chinos como cancha en el paralelo 38” fue un titular dramático porque anunciaba la cercanía de la temida Tercera Guerra mundial. La novedad causó sensación. Por fin un periódico recogía el lenguaje de la calle, de la gente común y corriente, limeña o andina porque la jerga era ya de uso generalizado en las nuevas generaciones.

“Última Hora” es un diario histórico que se debe visitar. Hay colecciones casi completas en la Universidad de San Marcos y la Biblioteca Nacional aunque no incluyen las últimas versiones del tabloide que circuló por última vez en 1992.

Última Hora

Juan Gargurevich

Homenaje a la Generación de Periodistas del 50. Un libro de "Última hora"

Por: Manuel Jesús Orbegozo

Fuente: Expreso, Lima 02/05/05

El diario Última Hora empezó a vocearse en las calles de Lima una tarde de enero de 1950, es decir, cuando empezaba la segunda mitad del siglo XX. Los pocos limeños de entonces lo tomaron como una novedad, pero fue en diciembre del mismo año cuando al leer el titular de: "Chinos como cancha/ en el Paralelo 38", se rieron a todo pulmón.

El periodismo peruano iniciaba una nueva etapa en su desarrollo editorial al oficializar el empleo de la replana en el lenguaje, antes soslayado, aunque ya en plena moda en las conversaciones coloquiales criollas, "gagás" o entre los "pájaros fruteros".

Última Hora empezó dirigida por el periodista chileno Oswaldo Cabrera Leyva con la finalidad de servir como punto de apoyo a las campañas liberales del diario La Prensa cuyo propietario era el famoso político de ese medio siglo, don Pedro Beltrán Espantoso. Después, sus directores (apolíticos) más recordados serían Raúl Villarán y Efraín Ruiz Caro.

El cuerpo de redacción estaba formado por periodistas peruanos que habían aprendido la profesión en "el bar de la esquina" y no "en la universidad", como Gabriel García Márquez dijo alguna vez que se aprendía mejor el periodismo.

Sobre la historia de este vespertino, que de alguna manera separó en dos la historia del periodismo peruano, acaba de salir a la luz un libro escrito por Juan Gargurevich Regal. No es una sorpresa la aparición de esta última obra del periodista Gargurevich sino la validez de un nuevo aporte a la historia del periodismo peruano.

Gargurevich parece ser el único que le roba tiempo al tiempo para dedicarse a hurgar, como tienen que hacer los historiadores en busca de infolios enterrados, datos escondidos pero obligatorios para corroborar la verdad y urdir el tejido científico.

Gargurevich no está sirviendo a nadie (ni siquiera a Guido del Castillo, su enorme amigo y auspiciador) sino al real acaecer de los hechos; por lo tanto, sus descripciones y narraciones están exentas de influencias políticas o empresariales. Hay, en este campo de la historiografía, profesionales que no se ajustan a la verdad sino a intereses programados.

En las páginas del libro, aparece la odisea del diario y de los periodistas de la Generación del 50, a quienes Gargurevich dedica su trabajo en la persona de Efraín Ruiz Caro.

Junto a la narración de anécdotas personales, pinta episodios de la vida nacional, política o no, a grandes pinceladas, con lo que conforma murales de enorme colorido y significación.

Para los que comenzamos nuestra vida periodística en esa década y, por lo tanto, somos testigos de dicha era, bastante notable, leer las páginas de Última Hora, la "Fundación de un diario popular", constituye un repaso del pasado en vivo y en directo y por eso no produce ninguna delectación interior sino al revés, un abrumador diluvio de nostalgia.

Según Gargurevich, no es que la universidad sea innecesaria para la enseñanza del periodismo puesto que muchos no la precisamos. Lo que pasa es que la vida también es una universidad, viva, donde el aprendizaje es más rotundo. Muchos no tuvimos aulas, pero sí tuvimos maestros. En mi caso, por ejemplo, nunca olvidaré a Gastón Aguirre Morales y sus cátedras dictadas en las mesas de redacción de La Crónica.

Gargurevich menciona a Aguirre Morales y también a Ruiz Caro. A propósito, nunca le he leído a Efraín una crónica más hermosa que la que escribió en México, a la muerte del "Negro" Genaro Carnero Checa, otro periodista histórico y de fuste.

El periodista-historiador expone sus criterios o razones para considerar a Última Hora como Antes y Después, debido a su incursión en la jerga o replana. Exacto. Replana que nunca mal usaron. Cuando una vez escribieron que tal "partido fue de la 'Pitri Mitri'", yo protesté en mi tesis para el doctorado periodístico, porque el término me pareció soez. Eran los días de la asepsia lingüística y el más cuidadoso respeto al lector.

Ahora, el periodismo "amarillo" ha sobrepasado la raya y navega a todo forro (jerga) en un mar espeso de groserías y olores nauseabundos.

El libro de 200 páginas tiene un acápite titulado: El Destino de los Periodistas. Gargurevich repasa a los principales hombres de prensa que desfilaron por esa redacción: Lucho Loli, Carlos Castillo Ríos, Guillermo Cortez Núñez, Juan Gonzalo Rose, Guido Monteverde, etc., todos grandes amigos, grandes colegas, grandes periodistas, claro que enemigos a muerte mientras íbamos detrás de una primicia. Luego de que nos costaba sangre, sudor y lágrimas conseguirla, hacíamos las paces en la FPP, en los bares nocturnos del centro de la ciudad o de La Victoria.

Sonreíamos viendo cómo aparecían las noticias en las páginas de nuestros diarios; era que el nuevo día estaba amaneciendo.

Cuánta pena da comprobar que el transcurso del tiempo es implacable y la muerte también. Muchos, muchos de los de la Generación del 50 -a la que el periodista Juan Gargurevich Regal les rinde pleitesía- ya no están aquí para leer sus loas.

Entonces, como en el tango, dan tremendas ganas de dejar a un lado las apariencias, "cerrar los ojos/ y ponerse a llorar".

Última Hora

Juan Gargurevich

Por: Osmar Gonzales

Fuente: Expreso, Lima 23/05/05

La reciente aparición del nuevo libro de Juan Gargurevich R., Última Hora. La fundación de un diario popular (La Voz Ediciones, Lima, 2005) es una interesante reconstrucción tanto del contexto nacional como de las características mismas de un diario que revolucionó el periodismo en el Perú, especialmente en el lenguaje y sus modos de comunicarse, desde su fundación, ocurrida en 1950.

Sin perder de vista los antecedentes históricos del periodismo en nuestro país y enlazando la "aventura periodística" a los intereses económicos que la hacen posible, Gargurevich nos recuerda que Última Hora fue parte del proyecto de Pedro Beltrán, representante de la fracción de la burguesía agraria que aspiraba a llegar a la presidencia de la República. Beltrán fue director del diario La Prensa y comandó un proceso de modernización que dejó escuela en el periodismo nacional y que forjó brillantes profesionales.

Si bien Gargurevich abarca todo el recorrido de Última Hora, es decir, desde 1950 hasta 1991, año de su desaparición de los quioscos, lo central de su análisis se encuentra en el momento fundador: 1950-1953 que es el que definió la personalidad del mencionado vespertino. Así, el autor nos recuerda el reinado del mambo, los personajes de la época, los periodistas del momento, los sucesos mundiales más trascendentales (son los años posteriores de la entonces reciente Segunda Guerra Mundial y el estallido de la Guerra de Corea), la influencia de la radio (aún no se había inventado la televisión), la coyuntura política (estaba en la cúspide del poder el general Manuel A. Odría, la clandestinidad del APRA, el asilo en la Embajada de Colombia de Haya de la Torre, la persecución de la oposición), entre otros aspectos que nos dan una cabal idea del momento en que surgió el diario más popular (en su doble acepción: más identificado con el pueblo y el más exitoso) en su momento.

¡Quién que bordee los cuarenta años no ha reído y disfrutado con alguno de los ingeniosos titulares de Última Hora! La replana al servicio del periodismo y de una comunicación intensa y profunda con los lectores, especialmente de los sectores populares. Lamentablemente, se trata de un sentido de comunicación que ahora se ha pervertido y que tiene su expresión más sucia en los llamados "periódicos chicha".

En Última Hora el titular era el gancho para la venta, pero en los interiores había un periodismo de verdad, hasta la página de espectáculos -de Guido Monteverde- estaba bien escrita y fundó cánones. Ahora, los sucesores chicha (en otras palabras, mercenarios que usufructúan el periodismo) han trastocado todo: la forma por el fondo, el chisme por la noticia, la insinuación por la investigación, las ventas por los valores. Última Hora alcanzó records de ventas al mismo tiempo que creó una manera de hacer periodismo.

Este diario no se inmiscuyó en la disputa política por mandato expreso de los dueños (Beltrán y su grupo), en todo caso, para eso estaba La Prensa. Es sintomático lo dicho, pues luego de unos años de tanta densidad ideológica (piénsese en los primeros 30 años del siglo XX, es decir, los de Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero, Haya, Mariátegui, etc.) y de formación de agrupaciones políticas trascendentales (el Partido Aprista, el Partido Comunista que dirigió Eudocio Ravines, que luego renegó del marxismo para plegarse a la oligarquía y que fue, cosas de la vida, el primer director de Última Hora) el enfrentamiento político pasó fundamentalmente por el periodismo y los grupos de presión.

En efecto, recordemos que la vida política sufría de otra etapa de oscurantismo, como es costumbre en la vida peruana. Los partidos radicales y populares (aprismo, comunismo) fueron confinados a la ilegalidad. Incluso, ciertos sectores de los grupos privilegiados también fueron hostilizados por no corresponder a los planes del dictador, Odría, quien en elecciones amañadas se mantuvo en el poder, eliminando de la competencia a sus adversarios. En otras palabras, los partidos políticos, base de la competencia política, prácticamente desaparecieron de la escena oficial.

Por otro lado, la disputa de ideas ya no se vio reflejada en los programas partidarios ni mucho menos en obras de largo aliento (como sucedía en la etapa anterior, previa a 1930). Las ideas y las propuestas político-ideológicas se canalizaban por los años cincuenta del siglo XX vía los medios de comunicación, especialmente los diarios. La opinión pública encontraba en ellos la base de su conformación. Más aún, recordémoslo, en un país que comenzaba a despoblarse en las provincias para súper poblar la capital por la vía de las migraciones masivas del campo a la ciudad. Se forjaba un nuevo público, una nueva audiencia, con su propio lenguaje y circunstancias. Y fue justamente ahí adonde apuntaron, con éxito indiscutible, los nuevos periodistas del periodismo nacional, representados por Última Hora: nuevo lenguaje escrito -como si fuera hablado, alejado del acartonamiento e, incluso, de la pulcritud lingüística-, alejado de la política y, al mismo tiempo, con mucho profesionalismo.

¿Qué pasó desde entonces hasta el día de hoy? Simplemente la decadencia. No sólo periodística, claro está, sino también social, política, cultural. Nuestro periodismo, o una parte de él (grande o pequeña, que lo defina cada quien), es expresión de ese proceso de involución de la vida nacional. En todo caso, el estudio del periodismo, de su historia, de sus personajes, de sus formas, son una vía para reconocernos como colectividad (virtuosa o degradada, no sé), como partes de una difícil trayectoria como sociedad.

Última Hora

Historias de periodistas

Por: Osmar Gonzales

Lima, agosto 2009

En su célebre conferencia ofrecida en el teatro Olimpo el 30 de octubre de 1888, Manuel González Prada enjuiciaba también al periodismo peruano, luego de ver que una parte de él había apoyado al invasor sureño en la Guerra del Pacífico: “El diario carece de prestigio, no representa la fuerza inteligente de la razón, sino la embestida ciega de las malas pasiones. […] Esas frases gastadas; pensamientos triviales que se vacían en las enormes i amenazadoras columnas del periódico, recuerdan el bullicioso río de fango i piedras que se precipita a rellenar las hondonadas i resquebrajaduras de un valle”.

Don Manuel no podía imaginar entonces que pocos años después de pronunciar tan duras palabras, el periodismo cobraría una calidad sin par en el Perú. En efecto, desde fines del siglo XIX y en los primeros decenios del XX, los diarios expresarían una sensible renovación en sus formatos y contenidos. En esta revolución periodística fueron fundamentales, justamente, los periodistas; es decir, los personajes centrales del nuevo periodismo, como los ha llamado en su reciente libro Juan Gargurevich, Historias de periodistas (Ediciones La Voz, Lima, 2009).

El volumen del que Gargurevich es autor se compone de 16 semblanzas de periodistas peruanos y de “Una propuesta metodológica”. Ahora me quiero concentrar en dos semblanzas, las que se refieren a Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui.

El nuevo periodismo encarnado por el escritor iqueño tenía la peculiaridad de amalgamar periodismo con literatura, adelantándose en varias décadas al “nuevo periodismo” estadounidense de mediados del siglo pasado con Truman Capote y Tom Wolfe a la cabeza.

Valdelomar no estuvo solo, obviamente, sus creaciones literarias plasmadas en las hojas periódicas estaban arropados por una tropa de nuevos periodistas que surgían luego de la derrota en la Guerra del Pacífico y seguramente prestando oídos a la reprimenda de González Prada transcrita. Junto al autor de “El Caballero Carmelo” el periodismo se llenaba de nombres ilustres como Leonidas Yerovi, Gastón Roger, Luis Fernán Cisneros, Luis Varela y Orbegoso, Federico More, Mariátegui y muchos más.

Con la pluma de Valdelomar los artículos, reportajes y crónicas parlamentarias adquirieron belleza formal sin precedentes y penetración sicológica. Con el escritor iqueño y sus colegas coetáneos, como señala Gargurevich, los viejos periodistas “fueron prácticamente obligados a dar paso atrás”, los que insurgían proponían “una nueva manera, desenfadada, libre y talentosa de contar las cosas como creen ellos que se deben contar…”. Los moldes serían rotos desde entonces, y el diario La Prensa cumplió en ello un papel inobjetable.

En La Prensa también aparecería una figura más joven que Valdelomar, y su seguidor más fiel hasta fines de la segunda década del siglo XX: José Carlos Mariátegui.

Como se sabe, Mariátegui ingresó a La Prensa como obrero y luego fue escalando puestos hasta cobrar celebridad firmando sus crónicas con el seudónimo más famoso de nuestro periodismo: Juan Croniqueur. En dicho diario laboró hasta 1916 para participar en el proyecto de Pedro Ruiz Bravo, El Tiempo, y en el que participaron importantes plumíferos como César Falcón, Luis Ulloa Cisneros, Humberto del Águila, entre otros. El sello de esta publicación era la crítica mordaz al gobierno de José Pardo.

Mariátegui se encargó entonces del periódico La Noche (por oposición a El Día, de Gastón Roger) de corta (un mes) e irregular vida, y del que, según menciona Gargurevich, no se conserva un solo ejemplar; por esta razón lo denomina como “el diario perdido de Mariátegui”.

Luego de El Tiempo, Mariátegui fundó Nuestra Época y luego, en 1919, con César Falcón, La Razón, en el que ya mostraba los inicios de sus compromisos que más adelante serían inconfundibles: con los obreros, los estudiantes y el socialismo. En ese mismo año Mariátegui partiría a Europa, Valdelomar moriría y se iniciaría el décimo gobierno de Augusto B. Leguía. Desde entonces, como subraya Gargurevich, Mariátegui “ya no regresaría a las redacciones profesionales no comprometidas”.

Las semblanzas, biografías incompletas, ofrecidas por Gargurevich nos ayudan a tener un panorama ameno, rociado de anécdotas, de la evolución del periodismo peruano, desde el pregonero colonial hasta los mártires de Uchuraccay. Desde los personajes emblemáticos de nuestro periodismo (Alfonso Tealdo, Corpus Barga, Efraín Ruiz Caro, Guido Monteverde, Pocho Rospigliosi, entre otros distinguidos) el lector puede constatar su larga y rica tradición.

Última Hora

BITÁCORA DE NAVEGACIÓN

Sábado 30 de Mayo de 2009

LA “ÚLTIMA HORA” de Juan Gargurevich

Este libro es una prolongación de Mito y verdad de los diarios de Lima (Editorial Gráfica Labor, 1972), ensayo que no ha sido vuelto a reeditar por razones que no se han hecho conocidas, pero que sospecho están relacionadas al tono velasquista con que fue concebido, y La prensa sensacionalista en el Perú (Fondo Editorial de la Universidad Católica, 2000). Juan Gargurevich Regal (Mollendo, 1934), el autor de éste y los otros trabajos arriba mencionados, es un periodista que escribe con soltura y fluidez –sus recientes columnas en “La Primera” lo pueden atestiguar–. Gargurevich no es un Lorenzo Gomis que ha planteado una teoría del periodismo, ni tampoco un Armand Mattelart que revolucionó en su momento la investigación en la comunicación desde la perspectiva crítica marxista, y menos aún una Rosa María Alfaro –quien sí ha hecho investigación de medios–. Él es un excelente redactor perteneciente a la vieja escuela de periodistas que se hizo en la calle en la década de los cincuenta, y un buen difusor de las ideas de otros. No es gratuito que lo mejor de su producción –el antes mencionado Mito y verdad y otro dedicado al joven periodista Vargas Llosa en “La Crónica”– se encuentre precisamente ubicada en ese periodo: es el que mejor conoce. Sus publicaciones son un esfuerzo de recopilación y almacenamiento de datos, en los que se pueden escuchar las voces de Basadre, Jacques Kayser, Fraser Bond, Porras Barrenechea y otros, a quienes ha leído y presentado bien en sus textos sobre historia del periodismo. En Última hora. La fundación de un diario popular (Ediciones La Voz, 2005), Gargurevich ha recogido el hilo dejado suspendido en Mito y verdad, cuando cuenta parte de la historia del famoso titular “Chinos como cancha en el paralelo 38”, convertido ahora en leyenda del periodismo peruano. El autor recorre una serie de episodios y personajes que marcaron época en el país a inicios del siglo pasado: la asunción del Apra en el espectro político, la guerra de Corea de 1950, la vida azarosa de Eudocio Ravines, los apremios de Pedro Beltrán en el lanzamiento de “La Prensa”, la aparición de Dámaso Pérez Prado y los contoneos de las vedettes Betty di Roma, Mara y Anakaona, ilustres desconocidas para la generación actual, pero que por esas fechas despertaban la libido de la juventud limeña. Gargurevich escribe con una pluma cargada de color y vivacidad y como testigo ocular de estos acontecimientos. Lo novedoso en Última hora es la propuesta de dividir a los periodistas de antaño en generaciones, partiendo para ello del año 1903 hasta llegar a 1949 y 1950, año de la aparición de “Última hora”. El autor encuentra hasta cuatro generaciones que ha identificado como: Grupo de La Prensa, Grupo de La Tribuna, Grupo de El Tiempo y Grupo Última hora (que tuvo vigencia hasta 1968, año del golpe militar de Velasco Alvarado). Este esfuerzo por reagrupar a los hombres de prensa en periodos de tiempo, da cuenta de la preocupación de Gargurevich por sistematizar esta etapa del periodismo nacional. Cuando, finalmente, toque juzgarse el conjunto de su obra –La historia de la prensa peruana, Introducción a los medios de Comunicación en el Perú, CIA y periodismo y otros títulos que han sido referentes para los estudiantes de periodismo–, se debe recordar lo que dijo García Márquez a Vargas Llosa respecto a los abuelos de la literatura costumbrista: que han removido bien la tierra para que otros, los que vengan, la puedan sembrar más fácilmente. Así se debe evaluar la producción de este buen exponente de la generación periodística de los 50, que es Juan Gargurevich: como perteneciente a la de un abuelo del periodismo peruano.

Freddy Molina Casusol

Lima, 30 de mayo de 2009